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martes, 16 de octubre de 2012

Ese pequeño trozo de papel

Será en una tarde de esas aún frías, entre febrero y marzo, de esas en las que empezamos a adivinar, a presentir, que las luces de la tarde se alargan, que pronto cambiaremos la hora de nuestros relojes y que con ese cambio de horas cambiamos a la misma vez la hora del reloj de las emociones de nuestro corazón, presagiadas por tanto tiempo o que quizás nunca dejamos de revivir porque nos negamos a que mueran como una hoja caduca. Será en una de esas tardes en las que vamos buscando que nos embriague el aroma de ese primer azahar temprano y que ese olor se mezcle irremisiblemente con el olor del alcohol y el bicarbonato, el sonido del cepillo sacando brillo a ese baño de plata que casi no existe ya en esa vara, la miel rebajada con agua para los dulces de la abuela hirviendo en una cocina cercana y la risa de la chiquillería que sabe que algo grande está próximo a suceder en la Ciudad. Será en una de esas tardes en la que nuestra nascencia, nuestra herencia más sentimental y emotiva, nos tome de la mano y nos encamine a la repetición de un momento cuyo simbolismo marcará la vida de muchos. Algo que repitieron nuestros padres y a su vez los padres de ellos. Un instante a medio camino entre el mero instante administrativo y la iniciaciòn a algo que trascenderá a lo espiritual. Un pequeño trozo de papel con el nombre de un niño precedido de las palabras "acompañará a sus titulares en la tarde del...". No hace falta nada más. Los sevillanos vienen a nacer dónde les da la real gana. Una frase que seguramente suene fanfarrona y prepotente. Pero es que para mi hay quienes habiendo nacido en Sevilla no creo sean de aquí. Y quien, habiendo nacido fuera, es sevillano con todas las de la ley y por derecho. Para mi el ser sevillano tiene más que ver con un estado anímico y sentimental. Pero además se debe ser consciente de que se ha sucumbido a ello y querer nacer a Sevilla. Y para nacer a la Ciudad nada mejor que bautizarse una tarde de primavera revestido de una túnica, quizás marron con un cíngulo franciscano anudado a la derecha, y de la mano de un padre que seguro llevará a ese niño por el camino más corto al camino de la emoción, que en Sevilla es el mismo camino que lleva directo a Dios. Este post dedicado a Arimatea en el Exilio, pero extensivo a todos los que tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos el camino que en su día a ellos también sus padres le enseñaron. La foto tomada de forolibro.es.

2 comentarios:

Stuco dijo...

Amén!!!

una de pavía dijo...

Ofú chiquillo, no se puede expresar mejor! doy Fe como hermano vuestro, que ese niño tiene carita de sevillano que jugará en la Plaza Mas Bonita del Mundo.