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lunes, 7 de abril de 2014

El Paraíso, Señor, que hoy nos regalaste

Semejan esta noche los respiraderos una celosía por la que se filtra la luz tenue, temblorosa, de las velas que iluminan la iglesia. Y por esa celosía, además, entra un presagio de expectación contenida del público que llena esa humilde iglesia en la que siempre está y estará presente el abrazo franciscano. Dentro del paso treinta y cinco corazones que sin querer se aceleran, que sin querer se emocionan, que sin querer palpitan llevados por un momento único. La voz del meditador se deja sentir en el templo mientras Tú, Señor, te aprestas a ser elevado por tus hijos del Buen Fin. Y una frase de entre el texto se me queda grabada... "el Paraíso, Señor, que un día nos regalarás".
La gran historia de la Semana Santa se escribe día a día. La gran historia de cada hermandad se hace de igual modo. Pero son las pequeñas historias las que construyen de forma silente esa historia grande que luego queda.
Como casi todas las cuadrillas, ahora que se mitifica y se exalta el trabajo de los costaleros, casi todas las cuadrillas han tenido seguramente un nacimiento duro, de mucho sacrificio, a veces de sinsabores pero, sin duda, en mucha mayor medida de gozo. Y la nuestra no iba a ser menos. Y en aquel paso de las cuadrillas profesionales, o asalariadas, o tradicionales..., al paso de las cuadrillas de hermanos, de aficionados, pero no por ello menos profesionales, la cuadrilla del Buen Fin tuvo que emplearse para vencer no pocos obstáculos con trabajo y amor.
Anoche un puñado de esos hombres que fueron germen de la cuadrilla actual tuvieron la suerte, el privilegio, la dicha de volver a sentir al Señor del Buen Fin durante apenas unos minutos sobre sus cuellos. Suficiente. No hacía falta ni más ni menos. Hombres, nombres, hermanos, amigos... que formaron aquellas primeras cuadrillas y entre aquellos hombres que tuvieron la suerte de ir entonces a las órdenes de Don Alberto Gallardo Aguilar alguien que ayer 'iba de prestao', alguien que recibió esa dicha como un regalo, el mejor de los regalos que jamás podría haber imaginado bajo un paso. Compartir esfuerzo con muchos hermanos y amigos con los que por diferencia de edad no pudo hacerlo pero que no era raro que diera la lata por los ensayos. De todos los que iban bajo ese paso el único que nunca había estado a las órdenes de Alberto Gallardo pudo disfrutar del pellizco de esa voz. sin duda el que tuvo retuvo. Con Alberto, por fuera, Cárdenas, Valle y Bustos. Y la mayor de las satisfacciones, volver a llevar un Cristo que es más que una devoción.
Anoche sentí el peso de la herencia de una cuadrilla a la que nunca, ni yo ni ninguno de los demás, hemos dejado de pertenecer de alguna manera. Se quedarán nombres en el tintero..., muchos. Pero por citar algunos de esos nombres Jero, Javier 'Choqui', Manuel Vallejo, los hermanos Anglada, los hermanos Bonilla, Montañés, Félix, Alejandro Laffón, Javier Garrido, Salcedo, Juli, Pablo, Pepe Ramírez aunque estuviera por fuera, Ferrayoli, Jaime, Juan Cortés, Curro Zamorano, Juan Vara, Nino, los hermanos Díaz Molina, Paco Muñoz, Cobos... Y tantos y tantos otros que ayer pudieron haber estado bajo ese paso pero que estuvieron de alguna manera con nosotros. Creadores, herederos de una cuadrilla de las de aquellos tiempos de las cuadrillas de los niños, de los 'Niñatos de San Antonio'.
Como decía el meditador anoche, "el Paraíso, Señor, que un día nos regalarás"..., los que ayer fuimos bajo Tus trabajaderas podremos decir el día de mañana "el Paraíso que Tú, Señor del Buen Fin, aquella noche quisiste regalarnos".
La foto la tomo de las muchas que me han llegado por Whatsapp en la seguridad de que el autor será benévolo por no poder citarle