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miércoles, 22 de octubre de 2008

No puede ser.


Acababa de llegar al mundo profesional de los medios de comunicación, apenas terminó la carrera, había conseguido un puesto de becario en una de tantas emisoras que proliferan cuando se acerca la semana santa, como reportero y comentarista. El año anterior le había salido bien y la misma emisora le había encomendado el programa semanal monotemático que se realizaba en cuaresma. Disfrutaba haciéndolo, había mamado la profesión desde chico y por sus venas corría pura sangre de sevillano que ama sus tradiciones y que no entiende, eso de la palabra de Dios, si no es bajo un antifaz, al compás de unos varales o susurrando el desgaste de unas alpargatas de esparto.Ese año además, lo habían elevado profesionalmente y sería el encargado de retransmitir el cortejo procesional de todas y cada una de las cofradías de Semana Santa a su paso por la carrera oficial, toda Sevilla y su provincia estaría pendientes de sus comentarios. Como buen profesional se había estado preparando día y noche, buscando información entre boletines de las hermandades, ojeando todo artículo de prensa referente a los estrenos o peculiaridades en que cada una de las cofradías pudiera destacar ese año, escuchando discos y discos de bandas y bandas para hablar con propiedad cuando Abel Moreno o Julio Vera, entre otros, dieran las órdenes para que sonase la música y saber que marcha estábamos escuchando. Como buen cofrade, ya había hecho los encajes de bolillos y las cábalas suficientes para convencer al director de la emisora de que la noche del Jueves al Viernes santo era sagrada y que ya tenía al sustituto perfecto, y que él esa noche estaría vestido de negro, con la cara tapada y su mirada, su mente y su alma solo puestas en la espalda del Cristo del Calvario.

Cuando alguien expone de una forma tan vehemente sus argumentos es difícil que alguien se los contradiga y así fue como pasó con su director. Tendría la noche libre.

Y ahí estaba él, contento, orgulloso, preparándose para vivir una semana inolvidable.Y así fueron pasando los días grandes de la más grande semana, entre comentarios, silencios, murmullos, micrófonos y felicitaciones de todo el mundo por el trabajo bien hecho. Tan bien le iban las cosas que los ecos de su éxito llegaron a Madrid a oídos del director general de la emisora y este tuvo la genial idea de retransmitir el cortejo de las cofradías de Sevilla para todo el país, pero claro, el resto de ciudades que también celebran su semana de pasión reclamaron tiempo en las ondas para su fiesta, así pues el consejo de administración de la emisora decidió que se retransmitiese sólo a nivel nacional el día más importante, la jornada más representativa, el zenit de la pasión, LA MADRUGÁ.

Ahora sí que no había argumento posible que convenciese al director, ni sustituto capaz de enfrentarse a tanta responsabilidad. Así lo había querido el Señor, ese año lo acompañaría sólo con su voz.

Para hacer más dinámica la retrasmisión de tantísimos nazarenos como tiene la madrugá y aprovechando que en la radio hay algunas licencias permitidas por el bien de la crónica, se le ocurrió contar con los servicios de un saetero que previamente grabaría en estudio algunas saetas que serían pinchadas en su momento como si el cantaor estuviera in situ en la campana al paso de cada imagen. Eran días de mucho ajetreo y no menos obligaciones así que tras haber hecho las gestiones pertinentes citó al saetero en el estudio y le dio al técnico una lista de las saetas y el orden en que de debían ser grabadas y pinchadas en directo, él no podía estar en la grabación. Así el Sacri se encargó de grabar una saeta por cada una de las imágenes que procesionaban esa noche desde el Sr. Del Silencio hasta la Virgen de las Angustias y por ese orden.

Y llegó la cruz de guía de la más antigua de nuestras hermandades a la plaza de la Campana y el técnico fundió la sintonía de cabecera con el micro y la voz de nuestro protagonista inundó los oídos, los recuerdos y la querencia de los que como él se aferraban a la radio para vivir la noche que muere al medio día del día siguiente.

Se acercaba el paso del Señor, tras haber comentado la historia de la hermandad, los estrenos, nombres de su junta de gobierno y demás comentarios propios de una retrasmisión de este calibre, llegaba el turno de decir la frase convenida para que el técnico, desde el estudio en la calle González Abreu, pulsara el play y el quejio del Sacri le rezara al señor por seguidillas.
-“Escuchamos el racheo de las alpargatas, al cante “El Sacri”.

Y el técnico pinchaba ese corte y dejaba correr la cinta, entonces no había DVD, y cuando acaba esta saeta apretaba el “pause” y así sabía que la próxima saeta dedicada a la próxima imagen ya estaba preparada.

Así fue trascurriendo la noche, sin incidentes. Llegó el altar de plata de la madre y maestra y se perdió por sierpes al tiempo que moría la voz del saetero. El Sr. de Sevilla paró en el palquillo y se detuvo el tiempo entre zancada y zancada de poder absoluto. Fue solo un susurro pero el técnico escuchó la señal: “Al cante “El Sacri””y sonó en toda España la saeta correspondiente, cuando acabó pulsó otra vez la pausa. Apareció el palio que hace que Cardenal Espínola se haga aún más estrecha y a la voz oportuna del locutor se ejecutaron las órdenes pertinentes y sonó la saeta. Una centuria de romanos criados en la calle parras tomaron el centro y cuando el zanco derecho remataba la faena se escuchó la frase: “Al cante “El Sacri”” y la cinta magnetofónica salió de su letargo para reproducir una voz de abogado defensor que recurre una sentencia. Cuando llegó la Macarena no dijo nada, ¿para qué? Sólo alcanzó a decir la frase.

Sonaban “campanilleros” pero hacía ya tiempo que sus ojos no veían otra cosa que no fuera el ruán de los silentes cofrades. Casi fue describiéndolos uno por uno, cada insignia, cada vara, cada paje que corre bajo la lluvia de cera, cada dalmática. Era incapaz de parar de hablar, no sabía ni cómo ni cuándo ni porque pero un torrente de palabras exquisitamente entrelazadas fluía de lo más profundo de su ser. Crujía por dentro como si fuera el canasto de caoba, sudaba como el corriente de sesta, acariciaba el micro como si de una manigueta se tratara. Se sentía parte del cortejo, tanto fue así que mandaron paso a la trasera, su Cristo se perdió por sierpes y aún sentía que le quedaban cosas por decir.Entonces se dio cuenta. No había pronunciado la frase... Automáticamente llamó al técnico a la central y lo avisó de que avanzará la cinta una saeta más para que no coincidiera la grabada al Cristo del Calvario con la correspondiente a la Virgen de la Presentación, si así fuera el desastre sería enorme, el error no habría forma de maquillarlo, se suponía que el saetero estaba allí en directo, ¿cómo iba a cantarle a una Virgen una saeta dedicada a un Cristo?

Se quedó en silencio mirando desde el balcón el sitio que se suponía tenía que haber ocupado, era el mismo de todos los años. Cuarto trío de cruces del primer tramo, el de la derecha.Sonó el teléfono, era el técnico desde la central. Había recorrido la cinta de arriba a abajo una y otra vez, había intentado borrar la saeta al Cristo del Calvario, la había buscado por todas partes, no estaba, no se explicaba porque pero en esa cinta esa saeta nunca estuvo, misterios de la técnica. Si hubiese pronunciado la frase:”Al cante “El Sacri”” habría sonado la saeta dedicada a la Virgen de la Presentación.

Siguió en silencio mirando al penitente que ocupaba su sitio. Colgó. Sonó el llamador y la cofradía siguió haciendo camino. Justo antes de que se perdiese el que portaba su cruz, este se giró hacia el balcón y lo miró a los ojos.

No puede ser, los nazarenos del Calvario nunca se dan la vuelta.


Arimatea en el exilio.

7 comentarios:

arimatea en el exilio dijo...

Gracias papas.

Jartible dijo...

Im-presionante

Anónimo dijo...

me ha gustado, si señor.

Administrador dijo...

Que bien lo has contado Ari.
Este es uno de los pequeños milagros cotidianos de nuestra S.Santa.
Además el protagonista nos lee muy a menudo.

Anónimo dijo...

que cosas pasan.....
Buena narración si señó...

Anónimo dijo...

bueno bueno bueno de verdad!!

Ole y ole. Las cosas de sevilla sin explicación...

Papasmarrone dijo...

Y yo quiero ver la papeleta de sitio del nota. jajajaja.